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viernes, 11 de mayo de 2012

Podemos elegir varios caminos,pero sólo viviremos uno

Es complicado intentar definir una belleza que no se basa en los aspectos visibles de las personas ni los objetos, sino que suele ser más culpa del olor -reciente- que avisa del final del invierno o el del perfume que desprende un jersey recién lavado; causa del juego caprichoso de luces y sombras volviendo hacia casa, a última hora del día pero con energías renovadas;
problema de con qué facilidad se curvan las comisuras de los labios cuando descubres puntos en común con personas impensables e impensadas, o cuando suena de fondo una canción que conoces, o cuando escuchas otra que sabes que te va a marcar la vida, o cuando, o cuando, o cuando...
La belleza de un recuerdo compartido, la de una sonrisa, la de la música o la de la simple y llana existencia: la belleza del momento presente. Es la que más desapercibida pasa y, sin embargo, la más importante...
El amor se halla en esas pocas líneas, el amor tal como lo querría y como ya no existe. O quizá como no lo he tenido nunca. Porque el amor no es y no puede ser simple afecto. No se trata de costumbre o de amabilidad. El amor es locura, es el corazón que late a dos mil por hora, la luz que surge de noche en pleno atardecer, las ganas de despertarse por la mañana sólo para mirarse a los ojos. El amor es ese grito que ahora la llama y le hace comprender que es hora de cambiar. Recuerda momentos pasados en su compañía, las cosas que siempre le dice, su cara. Pero tenemos que aprender a hablar .Estamos hechos el uno para el otro. Una lágrima desciende cálida por su mejilla y cae sobre sus piernas libres y desnudas. A lo mejor no tiene ni idea de lo que es el amor, pero seguro que ahora sabe lo que no es.

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