Hablemos de ruina y
espina, hablemos de polvo y herida, de mi miedo a las alturas. Lo que
quieras pero hablemos. De todo menos del tiempo, que se escurre entre
los dedos. Hablemos para no oirnos, bebamos para no vernos, hablando
pasan los días que nos quedan para irnos; yo al bucle de tu olvido, tú
al redil de mis instintos. Maldita dulzura la tuya. Me hablas de ruina y
espina, te clavas el polvo en la herida, me culpas de las alturas que
ves desde tus zapatos. No quieres hablar del tiempo aunque este de
nuestro lado. Y hablas para no oirme. Y bebes para no verme. Yo callo y
rio y bebo. No doy tregua ni consuelo y no es por maldad, lo juro, es
que me divierte el juego. Maldita dulzura la mía. Maldita dulzura la
nuestra...
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sábado, 12 de mayo de 2012
viernes, 11 de mayo de 2012
Podemos elegir varios caminos,pero sólo viviremos uno
Es complicado intentar definir una belleza que no se basa en los
aspectos visibles de las personas ni los objetos, sino que suele ser más
culpa del olor -reciente- que avisa del final del invierno o el del
perfume que desprende un jersey recién lavado; causa del juego
caprichoso de luces y sombras volviendo hacia casa, a última hora del
día pero con energías renovadas;
problema de con qué facilidad se curvan las comisuras de los labios cuando descubres puntos en común con personas impensables e impensadas, o cuando suena de fondo una canción que conoces, o cuando escuchas otra que sabes que te va a marcar la vida, o cuando, o cuando, o cuando...
La belleza de un recuerdo compartido, la de una sonrisa, la de la música o la de la simple y llana existencia: la belleza del momento presente. Es la que más desapercibida pasa y, sin embargo, la más importante...
El amor se halla en esas pocas líneas, el amor tal como lo
querría y como ya no existe. O quizá como no lo he tenido nunca.
Porque el amor no es y no puede ser simple afecto. No se trata de
costumbre o de amabilidad. El amor es locura, es el corazón que late a
dos mil por hora, la luz que surge de noche en pleno atardecer, las
ganas de despertarse por la mañana sólo para mirarse a los ojos. El amor
es ese grito que ahora la llama y le hace comprender que es hora de
cambiar. Recuerda momentos pasados en su compañía, las cosas que siempre
le dice, su cara. Pero tenemos que aprender a hablar .Estamos hechos el uno
para el otro. Una lágrima desciende cálida por su mejilla y cae sobre
sus piernas libres y desnudas. A lo mejor no tiene ni idea de lo que es
el amor, pero seguro que ahora sabe lo que no es.
problema de con qué facilidad se curvan las comisuras de los labios cuando descubres puntos en común con personas impensables e impensadas, o cuando suena de fondo una canción que conoces, o cuando escuchas otra que sabes que te va a marcar la vida, o cuando, o cuando, o cuando...
La belleza de un recuerdo compartido, la de una sonrisa, la de la música o la de la simple y llana existencia: la belleza del momento presente. Es la que más desapercibida pasa y, sin embargo, la más importante...
El amor se halla en esas pocas líneas, el amor tal como lo
querría y como ya no existe. O quizá como no lo he tenido nunca.
Porque el amor no es y no puede ser simple afecto. No se trata de
costumbre o de amabilidad. El amor es locura, es el corazón que late a
dos mil por hora, la luz que surge de noche en pleno atardecer, las
ganas de despertarse por la mañana sólo para mirarse a los ojos. El amor
es ese grito que ahora la llama y le hace comprender que es hora de
cambiar. Recuerda momentos pasados en su compañía, las cosas que siempre
le dice, su cara. Pero tenemos que aprender a hablar .Estamos hechos el uno
para el otro. Una lágrima desciende cálida por su mejilla y cae sobre
sus piernas libres y desnudas. A lo mejor no tiene ni idea de lo que es
el amor, pero seguro que ahora sabe lo que no es.
miércoles, 2 de mayo de 2012
El proceso
El amor comienza normalmente por la vista. Tal
vez por un flechazo al verla sentado en el banco de un parque o tras
encontrártela varias veces en el autobús camino al campus. Si
consiguieras oír su voz comenzaría la participación del oído.
El amor podría consolidarse en tu pecho al escucharle ternuras o coincidencias con tu forma de ser,demastrando lo que tiene dentro,o podría derrumbarse si hiciera declaraciones como las de Raúl tras un partido. En tercer lugar vendría el olfato, el olor corporal, su perfume, su champú.
Digo en tercer lugar pero hay científicos que lo sitúan en primer lugar ya que son las feromonas las que determinan la elección.
Es algo más animal que lógico dicen. Incluso afirman que las pocas personas que por lesiones o causas perinatales han perdido el olfato son incapaces de enamorarse y caen en continuas depresiones.
Si la cosa va bien, como parece ser, en algún momento entrará en juego el tacto con algún roce de manos fortuito, algo liviano que se irá intensificando poco a poco.
Ese es el objetivo, que el roce pase de lo fortuito a lo íntimo, quizá con algún abrazo de despedida o alguna caricia amistosa como antesala de lo que parece inexorable: que se complete el ciclo del amor con el gusto justo en el momento en que juntemos nuestros labios en el primer beso.
El amor podría consolidarse en tu pecho al escucharle ternuras o coincidencias con tu forma de ser,demastrando lo que tiene dentro,o podría derrumbarse si hiciera declaraciones como las de Raúl tras un partido. En tercer lugar vendría el olfato, el olor corporal, su perfume, su champú.
Digo en tercer lugar pero hay científicos que lo sitúan en primer lugar ya que son las feromonas las que determinan la elección.
Es algo más animal que lógico dicen. Incluso afirman que las pocas personas que por lesiones o causas perinatales han perdido el olfato son incapaces de enamorarse y caen en continuas depresiones.
Si la cosa va bien, como parece ser, en algún momento entrará en juego el tacto con algún roce de manos fortuito, algo liviano que se irá intensificando poco a poco.
Ese es el objetivo, que el roce pase de lo fortuito a lo íntimo, quizá con algún abrazo de despedida o alguna caricia amistosa como antesala de lo que parece inexorable: que se complete el ciclo del amor con el gusto justo en el momento en que juntemos nuestros labios en el primer beso.
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